Motivar a los alumnos no es tarea fácil, pero motivar al
profesorado tampoco parece una fácil misión. Percibo, en los últimos
tiempos, una mayor desmotivación, o tal vez cierta dejadez profesional,
provocada por ese goteo constante de cambios coyunturales que se
reflejan de diferente modo en las acciones o actitudes de algunos
docentes. No son falta de ánimos, es falta de tener motivos y encontrarlos, como diría @Yoriento.
Nuestra profesión es a menudo ingrata,
más aún si no la observamos desde cierta perspectiva o relativizando
los sinsabores consustanciales al ejercicio de la docencia. El cúmulo de
horas, la ausencia de expectativas en la carrera profesional, las
comparativas con las condiciones laborales de otros compañeros, el
mínimo prestigio social, la percepción de enfrentarse a alumnos más
complicados cada curso que pasa, la desunión del sector educativo
(administración, colegas, centros educativos...) o el creciente
pragmatismo profesional que considera este empleo como otro cualquiera;
parece que nos aboca a esa falta de energía suplementaria que
necesitamos para cumplir con cierto éxito nuestro trabajo.
Sigue leyendo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario