Andrea Martínez, alumna de 1º de Bachillerato del IES Pablo Serrano, de Andorra, Teruel, reflexiona sobre el sistema educativo en el que está inmersa. ¿Estáis de acuerdo con su opinión?
Un día estás sentado en un lugar, rodeado de unas personas y
escuchando ecos sin sentido, viendo garabatos, letras y signos casi pertenecientes a otro idioma,
y te planteas: ‘pero, ¿qué estoy haciendo aquí?’. Bienvenido al resto
de tus días. Hasta que encuentres algo en lo que te sientas realizado,
esa pregunta rondará en infinitas ocasiones por tu mente.
Mientras, el profesor avanzaba con los contenidos, y el resto de los
alumnos, mis compañeros, anotaban datos como si estuvieran programados
meramente para ello. Yo me sentaba en primera fila, era donde mejor
podía enterarme de todo, pero aquel día
el profesor hablaba un idioma distinto al mío.
De vez en cuando, me giraba buscando consolarme a mí misma, seguro que
había alguno tan perdido como yo. Y en efecto, había alumnos perdidos,
pero de un modo distinto. Yo intentaba confusa entender antes de copiar y
pegar automáticamente cual ordenador, ellos estaban perdidos aunque ni
siquiera sabían que se habían perdido.
Algunos se habían dado
por vencido, otros se preguntaban entre ellos “¿qué es lo último que ha
dicho?”, mirando la pizarra sin pestañear… Buscando datos para aprobar,
solo aprobar.
No pensamos, rellenamos formularios. No aprendemos, memorizamos palabras que luego olvidamos
De esta forma, empecé a darme cuenta del sinsentido de nuestra
presencia allí, incluida la del profesor, el sistema directivo, los
orientadores, el resto de alumnos…
Estábamos siendo educados y sin embargo, ni siquiera sabíamos con exactitud qué era la educación.
¿Qué estaban haciendo con nuestras mentes? Entonces ya no me sentí
perdida, sino aliviada. Me había dado cuenta a tiempo de que yo era un
individuo y que el resto de alumnos también lo eran.
La clave
para el progreso adecuado y la creación de generaciones prolíficas
residía en esos cincuenta minutos vacíos pero llenos de confusión y
mecanicismo. No pensamos, rellenamos formularios. No aprendemos, memorizamos palabras que luego olvidamos.
No nos educan, nos normalizan, nos reducen, nos apagan.
Y con esa chispa reivindicativa aun bailando en mí, decidí cuestionarme
absolutamente todo. Así comprendí que la educación no es la simple
impartición de una doctrina, sino el proceso por el cual nos convertimos
en personas independientes con su propio pensamiento crítico y su
libertad de elección frente a la impartición de una doctrina.
La educación es el proceso por el cual nos convertimos en personas independientes con pensamiento crítico propio
Tras meses de largas lecturas de estudios, artículos y entrevistas con alumnos y docentes, saqué mis propias conclusiones.
Sentí que debía rechazar esa metodología tatuada en todo el gremio educativo.
Necesitaba que mi cerebro fuese estimulado para crecer, e irónicamente
lo que me estimuló fue el hecho de descubrir que había quienes preferían
que permaneciese sumisa.
Entre
los testimonios que recibí por parte de los alumnos, no había ni uno
solo que estuviera totalmente conforme con el día a día estudiantil.
Todos hablaban de desmotivación. Otros muchos se sentían subestimados
por la forma de evaluar.
Soy un 5’8 y es lo que único que parece importar en mi expediente. No somos números y por lo tanto, una evaluación puramente numérica no se va a ajustar a nuestra realidad.
Tal vez la cura a esta educación pésima no resida únicamente en mis
manos. Pero todos podemos hacer algo, por diminuto que sea, un pequeño
acto puede desencadenar muchos otros. Por eso, solamente les pido que
luchen, que
luchemos todos, porque nuestras mentes son las armas más poderosas.
Esta reflexión se presentó en el encuentro de Utopías Educativas
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Andrea Martínez, alumna de Bachillerato: “No nos educan, nos normalizan, nos reducen, nos apagan” appeared first on
Educación 3.0.