Todavía recuerdo aquel día en el que, al volver del colegio,
pregunté a una de mis hijas, que por entonces tenía 8 años: ¿qué has aprendido hoy? Cuando respondió “nada”
pensé que era la típica respuesta evasiva de quien no quiere hablar en
ese momento, pero para mi sorpresa continuó: “estuve desconectada”.
¿Desconectada? Y ahí vino la explicación:
“Sí, te sientas recta,
mirando a la profesora, sonríes, de vez en cuando asientes con la
cabeza… y sigues pensando en tus cosas”. Claro que sabía que
estas cosas pasaban (y muy frecuentemente) en clase, pero ese día el
impacto fue tan grande que desde entonces no he dejado de investigar y
trabajar en este tema.
¿Cuántos alumnos y alumnas “desconectados” tenéis en vuestras clases?
Es fácil que pasen desapercibidos, porque no interrumpen, no
molestan, generalmente aprueban e incluso sacan buenas notas; sin
embargo, ¿tiene sentido condenarles a pasar tantas horas muertas e
improductivas en el aula? ¿Nuestro fin último no es que todos los
estudiantes aprendan? Si es así, deberíamos considerarlo, porque como
decía
Nadine Dolby en un artículo publicado en 2012:
“Cuando nadie escucha, nadie aprende”. Puede que parezca una obviedad, pero
¿cuántos
de nosotros hacemos algo, deliberadamente, para asegurarnos de que los
estudiantes están escuchando y no simplemente oyendo lo que decimos como
un murmullo de fondo? ¿Deberíamos hacer algo? Y si es así, ¿qué
podríamos hacer?

Lo primero, empezar por nosotros mismos. Es lo que suelo decir y
hacer en los talleres y grupos de trabajo con docentes de todos los
niveles (desde Infantil a la Universidad) con los que aprendemos sobre
este tema.
Resulta curioso cómo la mayoría descubre por primera
vez que su habilidad de escucha tiene mucho margen de mejora, y como no
se puede enseñar lo que no se tiene, las primeras (muchas) horas de
práctica forman parte de un proceso de desarrollo personal relacionado
con la escucha. Y de ahí, claro está, volvemos a la escuela o
la universidad y a la práctica de nuevas formas de escucha con nuestros
colegas y, especialmente, con nuestros estudiantes, a quienes también
acompañamos en el desarrollo de sus propias habilidades. He aquí diez
ideas clave que consideramos para estimular la escucha activa y que tu
mismo podrías intentar en el aula.
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