El afán curricular, ya sea con presente o anterior legislación educativa, continúa siendo la tapadera perfecta que esconde la falta de actualidad de la escuela en muchos asuntos. Ahora, con la cacareada prohibición de los móviles (¿no lo estaban ya?) en la escuela, cerramos de nuevo los ojos ante muchos de los desafíos sobre los que la evolución tecnológica lleva años advirtiéndonos. Seguiremos con medidas desiguales según la filosofía educativa de cada centro o según las intenciones e ideas que parte del profesorado más influyente pudiera tener.
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Dediquemos más tiempo a estas cuestiones que son transversales, más allá de los contenidos y competencias de nuestras materias; asuntos donde nos jugamos el futuro de la sociedad que nos gustaría tener. Centremos el debate no solo en las prohibiciones sino en el aprendizaje y en los valores que todo joven debiera respetar dentro de ese magnífico y desatendido marco que es la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
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