"Hoy solo se debe y se puede enseñar a través de la alegría, porque conocemos bien los sustratos cerebrales de estos procesos." Francisco Mora (@morateruel)
El objetivo de cualquier docente es enseñar cada día de forma más eficiente en la escuela. Y está claro que una misma fórmula estandariza no sirve para todos los alumnos y alumnas.
Por tanto, no existen fórmulas infalibles ni recetas mágicas sobre cómo enseñar a nuestros alumnos y mucho menos en el mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo en el que vivimos. Por este motivo, la educación es igualmente compleja e incierta y solo puede ir en la dirección correcta si tiene siempre presente la realidad en la que se lleva a cabo, el contexto en el que se aplica, las características cognitivas y de carácter de los alumnos y, por supuesto, sus circunstancias, intereses y motivaciones.
Esta complejidad manifiesta en la manera de educar obliga a los docentes a colaborar, intercambiar experiencias... a conectar ideas y hechos. Ya no tiene sentido el docente solitario que se encierra en su aula como en un castillo y se "defiende" del exterior levantado el puente levadizo e impidiendo que nadie ni nada pueda entrar allí. La realidad de la educación del siglo XXI nos obliga a derribar las puertas y los muros de las aulas para dejar entrar a otras personas, enriqueciendo la experiencia de aprendizaje de los alumnos y alumnas. La escuela debe ser una comunidad creativa de aprendizaje.
¡Qué importante es compartir prácticas educativas de éxito! Que no se queden aisladas y ocultas en un aula concreta de una escuela concreta. ¡Qué importante es evaluar las experiencias que llevamos a cabo y obtener evidencias de su aportación positiva en el proceso de enseñanza/aprendizaje!
Ante esta necesidad ineludible de transformar la educación y la evidencia de que no existen fórmulas mágicas, tan solo cabe señalar algunas claves, en concreto cuatro, que pueden ayudar a mejorar el aprendizaje de nuestros alumnos: emoción, curiosidad, atención y memoria.
La emoción es muy importante en educación porque posibilita la curiosidad y la atención. Y estos tres aspectos son fundamentales para conservar en la memoria de nuestros alumnos los aprendizajes que llevan a cabo. Sin memoria, no hay aprendizaje. Pero lo que se aprende se fija en ella siempre y cuando se comprende, se entiende su aplicación en contextos de realidad.
Una escuela basada en el placer por el aprendizaje y la curiosidad innata de los alumnos y alumnas es el mejor fundamento para que puedan aprender de forma autónoma a lo largo de toda su vida. Y esa es la mejor herramienta de vida que les podemos aportar porque vivir es adaptarse constantemente a los cambios que nos presenta la vida.
El objetivo de cualquier docente es enseñar cada día de forma más eficiente en la escuela. Y está claro que una misma fórmula estandariza no sirve para todos los alumnos y alumnas.
Por tanto, no existen fórmulas infalibles ni recetas mágicas sobre cómo enseñar a nuestros alumnos y mucho menos en el mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo en el que vivimos. Por este motivo, la educación es igualmente compleja e incierta y solo puede ir en la dirección correcta si tiene siempre presente la realidad en la que se lleva a cabo, el contexto en el que se aplica, las características cognitivas y de carácter de los alumnos y, por supuesto, sus circunstancias, intereses y motivaciones.
Esta complejidad manifiesta en la manera de educar obliga a los docentes a colaborar, intercambiar experiencias... a conectar ideas y hechos. Ya no tiene sentido el docente solitario que se encierra en su aula como en un castillo y se "defiende" del exterior levantado el puente levadizo e impidiendo que nadie ni nada pueda entrar allí. La realidad de la educación del siglo XXI nos obliga a derribar las puertas y los muros de las aulas para dejar entrar a otras personas, enriqueciendo la experiencia de aprendizaje de los alumnos y alumnas. La escuela debe ser una comunidad creativa de aprendizaje.
¡Qué importante es compartir prácticas educativas de éxito! Que no se queden aisladas y ocultas en un aula concreta de una escuela concreta. ¡Qué importante es evaluar las experiencias que llevamos a cabo y obtener evidencias de su aportación positiva en el proceso de enseñanza/aprendizaje!
Ante esta necesidad ineludible de transformar la educación y la evidencia de que no existen fórmulas mágicas, tan solo cabe señalar algunas claves, en concreto cuatro, que pueden ayudar a mejorar el aprendizaje de nuestros alumnos: emoción, curiosidad, atención y memoria.
La emoción es muy importante en educación porque posibilita la curiosidad y la atención. Y estos tres aspectos son fundamentales para conservar en la memoria de nuestros alumnos los aprendizajes que llevan a cabo. Sin memoria, no hay aprendizaje. Pero lo que se aprende se fija en ella siempre y cuando se comprende, se entiende su aplicación en contextos de realidad.
Una escuela basada en el placer por el aprendizaje y la curiosidad innata de los alumnos y alumnas es el mejor fundamento para que puedan aprender de forma autónoma a lo largo de toda su vida. Y esa es la mejor herramienta de vida que les podemos aportar porque vivir es adaptarse constantemente a los cambios que nos presenta la vida.
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