Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de educación positiva? Hablamos de un término acuñado por Martin Seligman (Seligman et al., 2009) para referirse a un enfoque cuyo principal objetivo es usar la ciencia de la Psicología Positiva y la aplicación de intervenciones o ejercicios específicos para mejorar el bienestar de estudiantes y educadores. La propuesta cuenta con el apoyo de numerosos psicólogos, investigadores y docentes de reconocido prestigio, convencidos de que una ‘buena escuela’ no aspira solo a que sus estudiantes alcancen los mejores resultados académicos, sino también a que puedan ‘florecer’ como personas seguras de sí mismas, empáticas, resilientes, felices… y comprometidas con la mejora de la sociedad.
Repensar la educación
Hace algunos años, Seligman (2011) se ocupó de formular dos preguntas a cientos de padres y madres:
- En una o dos palabras, ¿qué es lo que más desea para sus hijos? La mayoría respondió “que sean felices”, y también se usaron términos como seguros, equilibrados, bondadosos, saludables, honestos. En definitiva, el bienestar era la prioridad.
- En una o dos palabras, ¿qué enseñan las escuelas? En este caso, algunas de las palabras más repetidas en las respuestas fueron: matemáticas, lengua, disciplina, habilidades de pensamiento, cómo hacer exámenes, perseverancia, cómo superar obstáculos. En síntesis, la mirada está puesta en preparar a las personas para el trabajo.
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