Frase educativa.

Todo lo que has aprendido es inútil si no lo usas, y estéril si no lo compartes.”. Gerardo Varela.
"Educar no es otra cosa que enseñar a dudar". Ortega y Gasset.
“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo". Benjamín Franklin”


lunes, 9 de noviembre de 2015

La increíble historia del profesor que perdió su bolígrafo rojo

Como cada domingo a las seis de la tarde, Profesor se sentaba frente a su escritorio para disponerse a corregir los exámenes que había realizado durante la semana a sus alumnos. Era un ritual que se había mantenido inalterable desde hacía innumerables cursos. Al igual que la casa en la que vivía con su madre, el escritorio de Profesor era austero, tan austero que sólo tenía una lámpara que había sido testigo de miles y miles de correcciones. La soledad de la lámpara sólo se veía trastocada los domingos a las seis de la tarde cuando Profesor sacaba de su cartera los exámenes y su bolígrafo rojo. Pero aquel domingo algo cambió para siempre la rutina de Profesor…
profesor
Imagen extraída de Shutterstock
Faltaban menos de cinco minutos para las seis de la tarde, cuando Profesor se dispuso a sacar de su cartera los exámenes de la semana. Tras colocarlos encima de su escritorio al lado de su lámpara, volvió a coger su cartera para sacar su bolígrafo rojo. Y entonces sucedió algo inesperado. Su bolígrafo rojo había desaparecido. Faltaban pocos minutos para las seis de la tarde…
La relación de Profesor con su bolígrafo rojo era una relación muy especial. Bolígrafo rojo en mano Profesor se sentía poderoso e importante. Con él había corregido miles y miles de exámenes. A Profesor le encantaba corregir los errores que los alumnos curso tras curso cometían en sus exámenes. Profesor era muy meticuloso en sus correcciones y su bolígrafo rojo era implacable. No había un sólo error que se le escapara. Profesor no sólo corregía exámenes: tachaba párrafos erróneos, rodeaba con círculos las palabras mal escritas, ponía signos de exclamación e interrogación en respuestas equivocadas o mal expresadas. No había un solo error que Profesor no detectara en un examen. No había una sola equivocación que la tinta de su bolígrafo rojo no dejara impregnada en un examen.
Faltaba poco para las seis de la tarde. No podía ser. Era imposible. Su bolígrafo rojo había desaparecido. Buscó una y mil veces en su cartera, en sus pantalones, en su americana. Pero nada. No había rastro de su bolígrafo y el tiempo jugaba en su contra. ¿Cómo iba a corregir los exámenes? ¿Qué les diría a sus alumnos cuando entrara por la puerta del aula?
Profesor se sentía perdido, confuso. ¿Quién era él sin su bolígrafo rojo? ¿Cómo sería capaz de resaltar los errores en los exámenes de sus alumnos? Había que hacer algo y rápido.

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