Este
"síndrome Doraemon" nos lleva a creer que cuantos más recursos y
materiales tengamos para ofrecer, mejor será nuestro trabajo como
docentes. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Saturar nuestras
aulas y a nuestros alumnos con un exceso de herramientas y métodos no
solo puede resultar contraproducente, sino que también puede generar una
sobrecarga que asfixia tanto el proceso de enseñanza como el de
aprendizaje. ¡Cuidado con los excesos en el ámbito educativo! Todo
exceso suele manifestar una carencia.
No voy a ser yo quien diga
que en educación no es bueno disponer de muchos recursos, ¡claro que lo
es! Eso sí, sirven cuando se hace uso de ellos con un propósito claro y
en el momento adecuado. Los recursos son muy necesarios, pero más
necesario es saber cuándo utilizarlos. Más vale poco para aplicar que
mucho para adornar.
Al igual que una planta que se marchita por recibir demasiada agua, la pirotecnia TPM (tecnológica, pedagógica y metodológica),
lejos de enriquecer, puede apagar el verdadero potencial de nuestros
alumnos e incluso el nuestro. No se trata de tenerlo todo, sino de saber
usar lo que realmente importa y es útil.
En nuestra búsqueda por
ser docentes perfectos, capaces de atender cada necesidad y desafío con
una solución instantánea, corremos el riesgo de perder de vista lo
esencial: la conexión humana, la escucha activa, la atención a los
ritmos individuales y la simplicidad que permite un aprendizaje más
profundo y significativo.
No necesitamos ser maestros con un
bolsillo mágico lleno de "cachivaches". No necesitamos ser los "Mozart"
de la educación. Lo que realmente necesitamos es volver a lo básico:
cultivar la paciencia, respetar los tiempos y ofrecer a nuestros alumnos
las herramientas necesarias para que ellos mismos descubran, construyan
y transformen su propio conocimiento.
Así que, en lugar de
intentar ser docentes Doraemon, con recursos infinitos y soluciones para
todo, busquemos ser docentes que acompañan a sus alumnos desde el
conocimiento, la competencia y la evidencia; docentes que saben cuando
dar un paso atrás y que permiten que sean sus alumnos quienes den un
paso adelante para tomar la iniciativa; quienes aprendan a resolver, a
equivocarse y a crecer. Solo así, podremos formar personas autónomas,
críticas y verdaderamente preparadas para enfrentarse a los desafíos de
la vida.
Este complejo de gato cósmico del que os hablo, muchas veces, nos lleva a pensar que más es mejor, sin darnos cuenta de que el verdadero aprendizaje florece y se enciende cuando dejamos el "bolsillo mágico" cerrado y abrimos nuestro corazón.
¿Te atreves a dejar de ser un docente Doraemon?