Pero también suele ser individualista, se centra en sus necesidades inmediatas, actúa de forma local, no suele pensar en exportar sus resultados a otras asignaturas, no piensa en los recursos, y actúa, en ocasiones, sin coordinación con otro profesorado y sin formación en innovación educativa. Si a estas últimas características le unimos que las entidades públicas que gestionan la educación son las únicas en el mundo que ignoran (e incluso desprecian) a su mejor capital humano, tenemos que el profesorado que innova es una mezcla de llanero solitario con Sísifo (cuando fue castigado a subir una gran roca hasta la cima de una montaña y la roca caía una y otra vez antes de llegar)
Tenemos los mejores compañeros/as de viaje que cualquier persona podría tener, pero no viajamos juntos, lo hacemos por separado, sin caminos comunes, sin paradas para poner en común nuestra experiencia y sin seguir una estrategia común.
Pienso que debemos centrarnos en conseguir gestionar el capital humano que representa el profesorado que hace innovación educativa, así como la forma de plantear las experiencias de innovación educativa y, por supuesto, la forma de divulgarlas.
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